Ficha del personaje 

 

Manuel fue un niño diferente desde su infancia. Aunque supo hablar con precocidad, siempre prefería señalar lo que necesitaba antes que pedirlo con palabras. Su timidez le hacía esconderse tras las faldas de su madre y, aunque le llevaban a muchos sitios nuevos, siempre aparecía en las fotos con expresión triste. En el colegio era buen estudiante y sobre todo le gustaban los números, aunque le costaba hacer amigos. En su adolescencia se volvió más inquieto y de cuando en cuando le surgían nuevas aficiones que le duraban unos meses. En casa nunca fueron muy lectores, así que nadie sabe muy bien cómo, a sus diecisiete años, tuvo uno de sus arrebatos y se propuso escribir un libro, que terminó en apenas unos meses. Fue un desastre. Al no haber consumido literatura, no tenía las herramientas en su mente para crearla. Así fue como descubrió dos nuevas aficiones que conservó durante el resto de su vida. Ni él mismo podía haberse imaginado que con los años acabaría dedicándose a la escritura profesional.

 

Relato

 

EL REGALO DE  LOS TRECE

Cualquier adolescente cree que su vida es la más difícil de vivir. En esa etapa las hormonas revolucionan el cerebro y los sentimientos se vuelven tan intensos como dolorosos. Entonces llega un decimotercer cumpleaños y Manuel pide un deseo por su cumpleaños al soplar las velas: casarse, tener uno o dos hijos y una casa grande con un montón de animalitos. Su sueño es estar tranquilo, ser libre y feliz. Aunque le encanta usar su mente para competir, retarse a sí mismo y se motiva a ser mejor cada día. Una personalidad paradójica que aún se sigue construyendo.

—Ábrelo —le dice su madre dándole una cajita rectangular envuelta en un papel de regalo oscuro. A Manuel le llama la atención porque está acostumbrado a los envoltorios de colores vivos—. Es de hombre —añadió para recalcar que Manuel ya no era un niño.

Manuel no va a preguntar qué hay dentro. Es un joven callado que no usa más palabras de las necesarias. Tampoco se ilusiona en exceso. Igual que sus nervios, sus ganas también van por dentro.

En cuanto retira el papel siente un hormigueo en el estómago. La caja tiene un cariz oscuro. Un efecto mate con un logo en relieve plateado de una marca que desconoce. Intenta averiguar rápidamente qué puede ser. ¿Una cartera? Tal vez sea hora de deshacerse de la que ha tenido siempre, con esa apertura de velcro que a veces ya le daba vergüenza. No, no puede ser eso; la cajita es demasiado fina. ¿Una joya? Solo tiene las de su comunión, pero nunca las usa por miedo a que le roben. ¿Qué más podría ser? Recuerda entonces que su madre le ha dicho que es un regalo de hombre.

Retira la pestaña que le permite ver el interior del regalo por fin y lo muestra. Durante un instante eterno no puede pensar. Se queda estupefacto viendo un artilugio que usa todos los días. Sí, parece bonito. Aun así, se pregunta por qué querría él un bolígrafo.

—Mira, tiene varios colores y un portaminas. —Ante la expresión atónita de su hijo, ella continuó— Es para que escribas tus cosas, si quieres.

—Pero ¿esto cuánto ha costado? —preguntó él.

—¿Y eso qué más da? Oye, que si no te gusta se devuelve —respondió su madre visiblemente enfadada.

—No, no, está bien.

Se preguntó qué podría hacer con un bolígrafo que le pudiera gustar. Hasta aquel momento, todo lo que había escrito en su vida había sido por obligación. ¿Lo llevaría al instituto? Tenía tendencia a perderlo todo o a que se lo robaran furtivamente. ¿Entonces estaría en casa sin uso? ¿Y para qué le regalan algo para no usarlo?

Durante meses solamente sirvió para hacer tareas en casa que le mandaban en el instituto, y poco después se empezó a romper. La caja incluía recambios de tinta, pero ni siquiera pudo usarlos todos porque el mecanismo dejó de funcionar.

Manuel siempre recordó el regalo de su decimotercer cumpleaños como el más desacertado que pudo tener. Irónicamente, supuso la dicha de aquel niño de pocas palabras que nunca había soñado con las letras. Acabó llenando un cajón entero de plumas y bolígrafos. «El mejor regalo para un escritor como tú», le decían siempre.