Ficha del objeto

 
 
 

Varios años después de haber comenzado con su hobby, los padres de Emil Nyström le regalaron un maletín de herramientas de pintura a su hijo. Desde el principio supieron que tenía un talento fuera de lo habitual para las artes y quisieron apoyarlo en su andadura. El kit, de la marca Winsor & Newton, constaba de dieciséis pinceles de diversos tamaños y formas de la mayor calidad. Fueron fabricados con mangos de madera de nogal, virola de acero inoxidable y pelo de marta kolinsky. Aunque los pinceles habitualmente se deterioran muy rápido con el uso, Emil lleva usándolos desde que se los regalaron y la mayoría siguen conservando sus propiedades tanto por el cuidado que les presta como por la calidad de los mismos.

Emil utiliza principalmente los pinceles de grosor intermedio para las capas base y debe reducir ese grosor para utilizar la técnica de las veladuras, su principal método para realizar degradados. El número cero es el más fino de todos. La carga de pintura y agua que puede aguantar es muy reducida, por lo que únicamente se puede usar para los detalles más precisos. En la mayoría de las ocasiones ni siquiera se utiliza porque, al permitir una carga tan escasa, se seca rápidamente y después no cubre bien la superficie.

 

Relato

 

PINTAR EL DESTINO

En mi mundo nos fabrican para un único objetivo. Nuestro destino está escrito, como dicen los humanos.

Desde el momento en que nací, me envolvieron de cuerpo entero junto a más compañeros. Cada uno de ellos era diferente; algunos tenían la cabeza más ancha, más puntiaguda, más larga. Yo era el más delgado, el más fino. Por esa misma razón pensé que sería el más útil. Podrían utilizarme para los detalles más difíciles y siempre sería quien pusiera el broche final al trabajo.

Sin embargo, cuando se hizo la luz después de que nos encerraran a todos juntos, mis compañeros iban, venían y contaban historias de lugares coloridos. Mientras tanto, yo solo veía el interior de un maletín de madera pulida a la espera de que alguien me sacara.

El tiempo y el uso fue desgastando poco a poco a los demás mientras yo permanecí intacto, aún enfundado.

Cuando creí que nadie me querría y que no podría disfrutar de los paisajes y personajes de los que hablaban a todas horas, oí algo.

—Esto es lo que necesito.

Inmediatamente me agarraron con sutileza, me despojaron de las protecciones y por fin pude vislumbrar el arte. ¡Y fui partícipe de esa pequeña representación de vida! No me había equivocado; me necesitaban para los detalles más minuciosos, para las líneas más suaves y delicadas. Es cierto: fue mi primera y última participación en una obra de arte. Una trayectoria corta. Y, a pesar de ello, no pudo hacerme más feliz ser el último pincel que intervino para pintarle los ojos a una elfa. Mi dueño dice que es su mejor pintado y su mejor diorama.

Nos fabrican con un objetivo. Nuestro destino está escrito, aunque yo preferiría decir que está pintado.