Ficha de Personaje
Eloise siempre ha sido un alma libre. Desde pequeña desarrolló una creatividad y sensibilidad diferente no solo al resto de niñas de su edad sino de la sociedad en general. Es una muchacha alta y delgada, de tez blanquecina y apagada como la de un cadáver, rostro andrógino y cabello azabache, siempre ha tenido ese aire sofisticado y enigmático que caracterizaba a las femme fatale. En una de sus crisis de identidad se marchó a Londres para montar su línea de ropa. Ha vestido a numerosas celebridades sobre todo del mundo de la canción. Uno de sus referentes es David Bowie, considera que fue el primero en mostrar su personalidad particular sin tapujos.
Relato:
El Espejo de Eloise
La noche olía a humo, a lluvia seca sobre el asfalto y a incienso barato. La ciudad siempre había sido vibrante pero esta vez tenía una esencia especial, todos los sueños podían hacerse realidad aquella noche.
En un callejón angosto del Soho donde apenas llegaba esa mezcla eléctrica de locales de ocio nocturno, un cantante subía los escalones de un edificio decrépito, guiado por el eco de su respiración y la dirección de una tarjeta de visita algo emborronada por la lluvia: Eloise Bedford, piso 3.
Golpeó la puerta con los nudillos hasta tres veces, haciendo breves paradas entre golpe y golpe. Desde el otro lado se escuchaba el chasquido intermitente de un encendedor y el murmullo de un disco que giraba en un tocadiscos. La puerta se abrió lentamente, revelando la figura de una chica. El cabello azabache resplandecía sobre la tela buganvilla de aquella bata de satén mal ajustada sobre su masculino traje a rayas.
—Sabía que vendrías—nada más decir esto, exhala el humo en su dirección.
El cantante no respondió de inmediato, sus ojos gatunos barren el apartamento de arriba a abajo. Aquello no le parecía un hogar, más bien un santuario. Estaba en una dimensión donde el exceso cobraba vida. Los maniquíes sin cabeza vestían prendas imposibles, las telas brillantes colgaban del techo y de las esquinas de la mesa. Ella se encontraba descalza con un cigarrillo entre los dedos. Las revistas estaban apiladas en el suelo como si fueran ruinas de una antigua civilización.
—Vaya sitio tan curioso—murmuró el cantante finalmente.
—Bienvenido al paraíso de lo llamativo.
Ambos se dirigieron al salón.
—¿A qué se debe esta visita, Jesper Valentine?
Preguntó ella mientras se sentaba posando sus pies en la mesa del café. Jesper Valentine había sido un nombre que había aprendido a pronunciar por la fuerza. No era solo un cantante, era un mito en construcción. Aquel hombre, a pesar de tener una complexión delgada, tenía una presencia envolvente. Cada vez que caminaba parecía flotar en el aire. El cabello, rubio y lacio caía sobre sus hombros y tenía una voz grave, casi susurrante.
—Los rumores vuelan. Me gustaría ponerme en tus manos para la creación de mi próximo alter-ego.
La mujer, con una sonrisa enigmática le ofreció un cigarrillo. El cantante apartó la cajetilla con un movimiento delicado de muñeca.
Eloise exhaló el humo con cierta sonrisa cómplice, observando al cantante con expresión felina. Se inclinó ligeramente hacia delante, apoyando los codos en las rodillas y dejó el cigarrillo suspendido entre sus dedos largos y delgados.
—Con que un nuevo alter ego…—repitió saboreando las palabras con interés.—¿Y qué deseas esta vez? ¿Un profeta del futuro? ¿Un sacerdote de lo interdimensional? o quizá algo que tú mismo ni siquiera te esperas.
En la cara de Jesper se asomó una sonrisa ladina hundiéndose en el sofá de terciopelo granate.
—Me gusta lo que oigo.
Su reflejo anodino se multiplicaba en los numerosos espejos de marco dorado que poblaban el salón. Sin duda ambos podrían estar dentro de un caleidoscopio de su propia imagen.
—Algo etéreo pero que enganche—dice entrecerrando los ojos—Nadie quiere ser olvidado. Quiero convertirme en un dios de neón y ceniza.
Eloise asintió lentamente, estudiándole con una intensidad casi desafiante. De repente se puso en pie con un movimiento fluido dirigiéndose a una de las perchas colgadas de los muebles de aquel salón.
Después se la extendió encima de las rodillas.
—Quizá haya que brillar y devorarlos a la vez—observó aquella tela sobre sus rodillas—¿Sientes el peso? No pesa nada, pero a lo mejor el mundo cree que cargas con el universo entero. Así debe ser la presencia de un artista.
Él acarició la tela con sumo cuidado. Sus dedos se deslizaron sobre los bordados en forma de estrella como si descifraran un código oculto.
—¿Cómo eres capaz de ver más allá de lo que existe?
—¿No es esa la esencia del arte? Observar aquello que el resto no es capaz de ver—apagó el cigarrillo en un cenicero de vidrio—Nosotros hemos sido tocados por ese don, somos incomprendidos pero tenemos nuestra forma de ver el mundo.
El cantante se levantó con la delicada tela entre los dedos. Se puso frente al espejo, Eloise, al ver que no podía colocarse esa capa de tela bordada sobre los hombros, se la colocó ella.
— Digna de un Artista… que tontería, de un Dios por lo menos.
Él parecía satisfecho, se colocó con esa postura altanera que le caracterizaba.
Eloise se acercó al espejo y se colocó detrás de él, observando cómo la tela reflejaba la luz de la lámpara de araña en un destello casi hipnótico. El cantante cambiaba de postura con la capa, su expresión parecía la de un niño pequeño, aunque había algo que no le convencía del todo.
—No sé si es mi estilo.
—¿Sabes? Yo creo que todavía no tienes este estilo definido, tienes una idea sobre lo que podrías ser, pero todavía no has dado ese paso. Necesitas algo llamativo, que te vean y que no te olviden.
La diseñadora se encaminó a uno de sus baúles de madera, sus tacones resonaban en el suelo. Ella era la viva imagen de la moda, rodeada de lentejuelas y colores neón.
—Prueba con esto, creo que te sentará bien.
Extendió la vestimenta en la mesa al lado del espejo en el que el artista se estaba mirando y después con las dos manos se ajustó la bata. Mientras el cantante se vestía, ella desapareció de la sala. Segundos más tarde apareció con una chaqueta de cuero rojo y quedó asombrada por la apariencia de su acompañante.
—Ahora sí te ves como suenas.
En su rostro andrógino apareció una sonrisa de satisfacción.
El cantante se observaba, no era capaz de reconocerse en la imagen que reflejaba aquel espejo. Le gustaba, se sentía esbelto, más alto, y eso le hacía sentir un ser superior. Esa noche, en ese instante suspendido en el tiempo, todo se volvió un sueño originado por una mezcla de luces, sombras y ostentosidad.